Alberto Baraya

Como parte de la serie “Antropometrías aproximadas” Alberto Baraya realizó una “expedición” al golfo de Urabá, que se constituyó como uno de los mayores centros bananeros del Caribe colombiano a partir de la década de 1960 por su posición geográfica en una zona aislada de las grandes tormentas. El rápido desarrollo de la producción bananera en Ecuador entre 1940 y 1950 hizo que los precios de la fruta disminuyeran y que los cultivadores colombianos tuvieran que compensar aumentando la producción. La zona de Urabá se convirtió entonces en el segundo lugar de más alta exportación agrícola en Colombia hasta la década de 1980, cuando el conflicto armado, producto de la desatención de los problemas de orden social, condujo a enfrentamientos entre grupos guerrilleros de izquierda como el EPL y las FARC y los nuevos grupos paramilitares. Las fotografías de Baraya, tomadas recientemente, denotan la presencia aún marcada de la industria bananera en la zona. En ellas Baraya se hace retratar siguiendo algunas de las prácticas antropológicas que se implantaron desde el siglo XIX con la pretensión de medir y estudiar el cuerpo humano a partir de su fisionomía. La relación entre la fotografía y la antropometría es especialmente fuerte, pues en sus orígenes convergieron en la construcción de un estricto protocolo de vigilancia que trataba de vincular aspectos fisionómicos del cuerpo con las prácticas criminales. La antropometría también fue utilizada para respaldar teorías racistas que le dieron soporte a pseudociencias como la eugenesia. Las fotografías de Baraya, sin embargo, reversan y cuestionan estos preceptos. En sus imágenes es el artista blanco quien se convierte en objeto de estudio, mientras que los trabajadores de las bananeras —mayoritariamente afrodescendientes— toman medidas de su cabeza utilizando diferentes instrumentos. Tanto Baraya como los trabajadores aparecen posando de perfil en las imágenes, a la usanza de las ya mencionadas fotografías científicas decimonónicas. Sin embargo, los fondos de las fotos rompen con la tradición científica que solía poner a los sujetos frente a fondos neutros o con elementos gráficos de medición. En las fotografías de Baraya se hace evidente el contexto bananero de las plantas de trabajo, anclando a los actores de las imágenes en un entorno específico cargado de una historia de violencias.