IDENTIDADES
Sin Título
Victoria Cabezas
En las obras incluidas en esta sección el banano vehicula reflexiones acerca de las identidades nacionales, culturales, laborales, raciales y sexuales. La profunda huella que la industria bananera ha dejado en Latinoamérica y el Caribe a lo largo del siglo XX ha afianzado los vínculos entre el banano y los cuerpos individuales, sociales y políticos de esta región.
Read MoreEl banano opera como símbolo de la identidad nacional en la obra de artistas de países tan diversos entre sí como lo son Brasil, Chile, Colombia, Puerto Rico y Uruguay. Al tratarse de uno de los recursos naturales más explotados de la zona, el banano encarna de una manera casi literal la tierra entendida como nación, como sucede por ejemplo en la obra de la ecuatoriana María José Argenzio. El peso de la dramática historia de las plantaciones bananeras en la configuración de un ethos colectivo a lo largo de Latinoamérica se hace patente en una serie de obras en las que la piel del banano es tatuada con distintas inscripciones (Karlo Andrei Ibarra, José Caerols “Yisa” y Tonico Lemos Auad). El término “república bananera” y su naturalización en el imaginario global para referirse a cualquier gobierno caótico, corrupto y déspota a partir del referente latinoamericano es interpelado por artistas internacionales como Luis Camnitzer.
La identidad latinx, un constructo surgido en Estados Unidos para reconocer y señalar la identidad de los migrantes y sus descendientes, a menudo también se ve representada en forma de banano. Por un lado, en algunas obras el banano funciona como orgullosa seña de identidad del legado compartido por los millones de migrantes de origen latinoamericano en Estados Unidos. Por el otro, el banano es un recurso para criticar la forzada homogeneización de la diversidad de las culturas latinoamericanas en este país. En la obra de Yunior Chiqui Mendoza los dominicanos y boricuas residentes en Manhattan transforman a la isla neoyorquina en un banano. Para Julio Valdez el peso de la memoria migrante empaña el retrato de su hermano cuyo rostro se camufla entre bananos, mientras que Miguel Luciano inscribe la fruta en la cultura pop global al convertirlo en una joya como las que ostentan las estrellas del hiphop.
El mercado del banano no escapa a las atribuciones tradicionales de tareas según el género. El trabajo en las plantaciones generalmente se ha representado como una actividad masculina (piénsese en un hombre descamisado blandiendo un machete), ocultando así la labor de limpieza y clasificación del fruto realizada habitualmente por mujeres.1 En cambio, la publicidad para el consumo de bananos ha estado mayoritariamente dirigida al público femenino, pues se asume que son las mujeres las responsables de alimentar a las familias.2 Esto, sumado a las connotaciones sexuales que se le asignan al banano por su forma fálica, ha provocado que esta fruta también sea un leitmotiv de la reflexión en torno a la identidad de género en numerosas obras de arte. Victoria Cabezas utiliza un banano de peluche para interrogar la relación entre la masculinidad y la paternidad desde una perspectiva feminista. En la pieza de Roberto Guerrero la imagen de un grupo de tecnócratas, militares y políticos compartiendo una cena de plátanos verdes llama la atención sobre las estrategias del poder para reprimir aquellas sexualidades percibidas como disidentes.
Varios de los artistas en esta sección también denuncian los prejuicios clasistas, racistas y sexistas que existen acerca de Latinoamérica en el extranjero y que habitualmente se ven encarnados en el banano, que se ha convertido en el referente más universal de una fruta exótica. La cineasta Helena Solberg-Ladd narra los efectos perniciosos de estos clichés a través de una biografía documental de la popular actriz y cantante Carmen Miranda, la musa de la United Fruit Company. En su performance Stuff! Nao Bustamante y Coco Fusco desmontan estos estereotipos mediante la deconstrucción humorística del turismo irresponsable.
En otro grupo de obras reunidas en esta sección las referencias a las plantaciones bananeras sirven de pretexto para reflexionar acerca del racismo en Latinoamérica y el Caribe. Alberto Baraya alude a la fotografía antropométrica, práctica que tuvo su auge en el siglo XIX y que aspiraba a identificar a delincuentes y malhechores por las dimensiones de sus cráneos y de otras partes del cuerpo, en una obra que recuerda la discriminación hacia los trabajadores afrodescendientes en las plantaciones. Por su parte, Jonathas de Andrade relaciona las duras condiciones laborales de los agricultores afrodescendientes en Brasil con formas contemporáneas de racismo presentes en la cultura popular.
Por su presencia en la gastronomía y en la cultura local y por su estatus como uno de los principales productos de exportación de Latinoamérica y el Caribe, el banano es hoy un objeto recurrente en diversos ejercicios reflexivos en torno a la identidad de Latinoamérica y del Caribe, ya sea en términos de las identidades nacionales o regionales (en relación con la historia sociopolítica de la zona) o de las identidades individuales (en referencia a la raza y al género, principalmente). Manifestando algunos su aceptación y otros su rechazo de esa identificación entre el banano y los cuerpos sociales e individuales de Latinoamérica y del Caribe, numerosos artistas abordan los problemas de la representación en sus obras a través de esta fruta.
1| Véase el capítulo “Carmen Miranda On My Mind: International Politics of the Banana”, en Cynthia Enloe, Bananas, Beaches, and Bases (Berkeley: University of California Press, 2014), 124-150.
2| Enloe, “Carmen Miranda On My Mind”.