Actualmente se consumen 100.000 millones de bananas al año. Esta cifra, por más absurda que sea, no es realmente sorprendente. Los bananas llevan siendo casi omnipresentes en nuestro día a día desde hace décadas, hacen parte de nuestra dieta, las vemos en la publicidad, en portadas de discos, en camisetas y hasta en museos y galerías de arte. Su presencia es tal, que es fácil olvidar que alguna vez existió un mundo en el que esta fruta era un lujo exótico reservado para unos pocos. Y si vamos a hablar de la historia de la banana, es inevitable hablar de la historia de la United Fruit Company (UFCO), la legendaria empresa que hizo que el banano conquistara al mundo, que revolucionó y cambió para siempre lo que podía llegar a ser una multinacional, y que a su paso dejó un rastro imborrable de sangre y fantasmas en la historia de Centroamérica y el norte de Suramérica.
La historia de la UFCO comienza con un hombre llamado Minor Cooper Keith, un empresario neoyorkino que abandonaría las calles de Brooklyn para ayudar a su tío, Henry Meiggs, a construir un ferrocarril en Costa Rica en el año 1871. La misión era totalmente demencial, pues para conectar San José con Puerto Limón la obra debía atravesar una salvaje y espesa selva tropical claramente, sin la ayuda de retro excavadoras u otras máquinas modernas. Tocaba hacerlo, a mano limpia. Las condiciones de trabajo era extenuantes y los recursos para completar la obra se reducían cada vez más rápido. Se estima que en total murieron más de 5.000 personas en la construcción, entre ellas Meiggs. Esto hizo que Keith quedara al mando de la obra, y sería cerca del año 1873 que empezaría a plantar bananas a lo largo de la vía, para alimentar de manera eficaz y barata a los obreros. Keith comenzaría a darse cuenta de la facilidad con la que se daba esa fruta, y para el año 1890, cuando por fin terminaron el ferrocarril, empezaría a usar el nuevo tren para transportar bananas masivamente.
Para finales del siglo XIX eran realmente muy pocos los estadounidenses que consumían banano. La exótica fruta era un lujo y se vendía a altos precios en ciudades como Nueva York. Sin embargo, ya comenzaban a nacer empresas fruteras de importación, fundadas por hombres como Keith, que vieron en el mercado de la fruta una mina de oro por explotar. Entre esos hombres estaba Andrew Preston, dueño de la Boston Fruit Company, y de la “Gran Flota Blanca”, conformada por once barcos de vapor y al menos otros treinta buques de todo tamaño. Los caminos de Keith y de Preston se cruzarían en el año 1899, año en que fundarían juntos la United Fruit Company.
Rápidamente la empresa empezó a expandir su alcance, pasando de tener plantaciones en Costa Rica, Jamaica y Panamá, y a ocupar grandes hectáreas de tierras en Honduras, Guatemala, Colombia, Cuba, Ecuador y República Dominicana. Muchos de estos países recibieron con brazos abiertos a la multinacional, pues la industria bananera movía cantidades enormes de dinero, prometía riquezas, empleo y “progreso”, este último entendido como la construcción de ferrocarriles, antenas de radio y hasta escuelas, que llegaban con la UFCO. Lamentablemente, las condiciones de trabajo a las que se veían sometidos los trabajadores de la gigante frutera estaban lejos de todas esas promesas benévolas. El trabajo en los cultivos se daba en condiciones climáticas extremas, pues los bananos crecen en ambientes que requieren altas temperaturas y constantes lluvias, las jornadas eran largas y los riesgos de enfermarse o accidentarse eran muy altos. Y para completar, la paga era miserable.
La compañía crecía año tras año, y fue precisamente esa constante expansión la que hizo que en los países en los que se encontraba se le apodara popularmente, “el pulpo”, pues su poder parecía alargarse en todos los sentidos con unos tentáculos escurridizos e imparables. Y mientras subía el numero de plantaciones en Centroamérica, en Estados Unidos la percepción de la UFCO era muy diferente. Desde la primera década del siglo XX la empresa hizo un esfuerzo gigante por integrar al banano en el estilo de vida norteamericano. Se invirtieron miles de dólares en estudios científicos que demostraron las cualidades alimenticias de la fruta. Los resultados sirvieron para promocionarla como un alimento sano y especialmente bueno para bebés y ancianos, por su fácil consumo y digestión. Se publicaron recetarios enteros dedicados únicamente al banano, e imágenes publicitarias con bananos empezaron a inundar los periódicos y las revistas. El tema llegó a las artes y la música con la canción “Yes! We Have No Bananas”, compuesta por Frank Silver y Irving Cohn en 1923, que resultaría ser un éxito rotundo, pasando cinco semanas consecutivas en el puesto número uno de la radio estadounidense. En 1944 el ilustrador Dik Browne se encargaría de crear una caricatura llamada Miss Chiquita, una banana vestida como Carmen Miranda, que protagonizó todo tipo de comerciales y mini documentales promocionando el consumo de banano. Y es que si al día de hoy existe todo un imaginario visual y cultural alrededor del banano, es irrefutable que sus cimientos fueron obra de la visión comercial de la UFCO. Rápidamente, el banano se incorporó en la vida de la clase media estadounidense, que hacia la década de los años veinte podía adquirir por muy bajo precio dicha fruta. El imperio del banano de la UFCO crecía cada día y también lo hacían sus riquezas.
A finales de la década de los veinte ocurre un evento que cambia para siempre la historia de la UFCO. El 5 de diciembre de 1928 comenzó una huelga general de los trabajadores de las plantaciones en la ciudad de la Ciénaga, en el municipio del Magdalena, Colombia. Protestando por la validación de un pliego con nueve puntos, que solicitaba una mejora de las condiciones de trabajo, garantías para la salud y un sueldo digno (entre otras cosas), los trabajadores pararon toda producción en la zona. La multinacional rápidamente se puso en contacto con la embajada estadounidense en Bogotá y presionó para que se aplacara la huelga, amenazando con una invasión militar. El ejército colombiano intervino disparando indiscriminadamente contra los manifestantes, dejando más de mil muertos, (aunque la cifra exacta sigue sin conocerse) en lo que se conoce hoy en día como “la masacre de las bananeras”. Este evento marca un punto de no retorno en la historia de la UFCO, poniendo en evidencia su política violenta en respuesta a cualquier tipo de amenaza a su cadena de producción, y su poder e influencia sobre los gobiernos de los países en los que operaba.
A partir de ese momento, la historia de la UFCO se desarrollaría en paralelo con el surgimiento de los sindicatos y la influencia del pensamiento comunista y socialista en Latinoamérica, y las políticas intervencionistas de los Estados Unidos, que derrocarían gobiernos enteros a los largo del continente, afectando irreversiblemente su historia social y política. Fue precisamente lo que pasó en el año 1954 en Guatemala durante el corto periodo presidencial de Jacobo Arbenz, elegido legítimamente tres años antes. Uno de los principales puntos de la agenda política de Arbenz era una reforma agraria que proponía una redistribución de tierras a lo largo del territorio nacional. Para ese entonces la UFCO poseía más del 50% de todos los terrenos cultivables, de los que tenía sembrados apenas el 3%. Cuando los intereses de la multinacional se vieron en riesgo ante esta iniciativa, Allen Dulles, director de la CIA y asesor de la empresa bananera, creó una petición en la que presentó la reforma agraria como una movilización comunista que ponía en riesgo los intereses de la UFCO y que podía ser el comienzo de un efecto dominó en toda la región. Esta petición llegó al Congreso de los Estados Unidos, que aprobó un operativo de intervención militar que se cometió el 27 de junio de 1954 y resultó en un golpe de estado, que sacó del poder a Arbenz. Este evento sería el verdadero catalizador de un efecto dominó que sería la antesala de la Guerra Civil que viviría el país en los años próximos, que dejaría más de 250.000 muertos y 50.000 desaparecidos.
Los escándalos políticos no acabarían ahí, pues entrando en los años setenta la multinacional frutera se vería implicada en otro polémico caso de corrupción política y muerte. La empresa se encontraba en nuevas manos, el magnate comercial Eli Black la habría adquirido y fusionado con sus otras dos compañías, AMK, integrada en el mercado de botellas de leche, y John Morrell & Co., dedicada a la industria de las carnes. Creando así la United Brands. Los problemas llegaron rápidamente, pues comenzada la década, Black tuvo que enfrentar huelgas en Panamá y la conformación de la Unión de Países Exportadores de Banano (UPEB), fundada en 1974 y compuesta por Costa Rica, Colombia, Honduras, Guatemala y Panamá. En 1975 una comisión hondureña reportó un soborno al ministro de economía Abraham Bennaton Ramos, que habría recibido 1.2 millones de dólares por parte de la compañía para bajar los precios de los impuestos de exportación. La polémica empeoraría al descubrirse que la compañía también habría prometido la misma cifra al entonces presidente de Honduras, Oswaldo López Arellano. Serían estas noticias las que resolverían el misterioso suicidio de Black unos cuantos meses atrás.
El final del siglo XX vería el último gran cambio en la compañía, que desde 1985 cambió su nombre a Chiquita Brands, decisión tomada el presidente de ese momento, Carl Lidner Jr. Todo esto sería un intento por renovar la imagen de la multinacional, tratando de dejar atrás su violento pasado bajo el nombre de la United Fruit Company. Durante la década de los ochenta, invirtieron más de cien millones de dólares en combatir la Sigatoka Negra, una enfermedad fúngica que ataca los cultivos de banano, con la que la UFCO llevaba lidiado desde los años 30. En 1992 la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos reportó la presencia de pesticidas en los bananos exportados por la compañía. Una corte en Texas demanda a la UFCO por la implementación del pesticida DBCP (más conocido como Nemagón) en sus cultivos, que habría dejado estériles a miles de trabajadores durante los años ochenta. La compañía, como casi siempre, lograría evadir sus penas y seguiría con sus actividades. Sin embargo, Chiquita Brands no lograría escapar de la reputación y los métodos de su antecesor, pues se vería nuevamente involucrada en polémicas en el año 2007, al declararse culpable por financiar grupos paramilitares en Colombia para obtener protección para sus plantaciones.
Chiquita Brands sigue existiendo, y sus bananas con un sticker azul se pueden encontrar prácticamente en cualquier supermercado. Esas mismas bananas que cargan consigo toda una historia de ambición, poder y sangre, y que cambiaron la historia social y política de Centroamérica. Esas mismas bananas que vemos todos los días en nuestro plato de cereal, en nuestra ropa, en la televisión y los museos. Esas mismas bananas con las que “el pulpo” conquistó el mundo.
BIBLIOGRAFÍA
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1| Hérnandez Echevarría, Carlos. “Así nacieron las “repúblicas bananeras””. La Vanguardia. 14 de enero, 2021.
2| Ibid.
3| Willard, Jim. “Trivially Speaking: Yes, we have no idea who first said ‘going bananas’”. The Reporter Herald. 2020.
4|“Dik Browne, 71, Cartoonist, Dies” New York Times. 5 de junio, 1989.
5| Escalona, Santander Durán. “La Noche De La Vergüenza Nacional: Así Fue La Masacre De Las Bananeras.” El Tiempo, Diciembre 6, 2018.
6| Lima, Lioman. “Golpe De Estado En Guatemala De 1954: Cómo La CIA Derrocó a Mi Padre, Jacobo Árbenz”. BBC News Mundo, Junio 27, 2019
7| “United Brands Bribe Is Laid to Honduran.” The New York Times, Mayo 26, 1975.